Teoría de la personalidad: de los Rasgos

Según estas teorías, las personas difieren de acuerdo al grado en que poseen ciertos rasgos de personalidad que pueden ser inferidos de su comportamiento y que utilizamos para describirlas, como la dependencia, ansiedad, agresividad y sociabilidad.
La teoría de los rasgos se refieren a las características particulares de cada individuo como el temperamento, la adaptación, la labilidad emocional y los valores que le permiten al individuo girar en torno a una característica en particular (Engler, 1996).
Cuando describimos a otras personas, además de referirnos a su personalidad, aludimos también a su temperamento a o su carácter, decimos que  tiene un temperamento fuerte, o tiene muy buen carácter. Personalidad, temperamento y carácter son conceptos que guardan bastante relación entre sí, pero que son distintos.

Raymond Cattel

 En este sentido Raymond Cattel, uno de los personajes más significativos en esta teoría, agrupó los rasgos en cuatro formas que se anteponen; de esta manera su clasificación fue la siguiente: 
 a) comunes (propios de todas las personas) contra únicos (son característicos de individuo)
 b) superficiales (fáciles de observar) contra fuentes (solo pueden ser descubiertos mediante análisis factorial)
 c) constitucionales (dependen de la herencia) contra moldeados por el ambiente (dependen del entorno)
d) los dinámicos (motivan a la persona hacia la meta) 
contra habilidad (capacidad para alcanzar la meta)
contra temperamento (aspectos emocionales de la actividad dirigida hacia la meta) (Aiken, 2003).

Sin duda el modelo de Cattell es uno de los más famosos y su intento de describir la personalidad ha llegado hasta nosotros a través de su famoso test, el 16 PF. Por supuesto, hoy no se utiliza la versión original del propio Cattell, pero sí se mantiene gran parte del espíritu inicial de la prueba.
Por otro lado, Cattell destaca por haber propuesto dos tipos de inteligencia: la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada. La inteligencia fluida sería más cercana al concepto actual de inteligencia. Por ejemplo, la emplearíamos a la hora de resolver problemas de lógica en los que poco importa la experiencia de la persona y sí su pericia para trabajar con el reto en sí. La inteligencia cristalizada recogería toda la experiencia de la persona y serviría para contestar a preguntas y problemas relacionados esencialmente con la memoria.

Gordon Allport 


La teoría de los rasgos de la personalidad de Allport categorizó estos en tres niveles.

Rasgos cardinales

Algunas figuras históricas que habrían demostrado tener marcado un fuerte rasgo cardinal habrían sido Abraham Lincoln por su honestidad, Marqués de Sade por el sadismo y Juana de Arco por su heroico autoservicio. Las personas con tales personalidades pueden llegar a ser tan conocidas por estos rasgos que sus nombres a menudo están muy asociados a estas cualidades. Allport sugirió que los rasgos cardinales son raros y tienden a desarrollarse con el paso de los años.

Cuando están presentes, los rasgos cardinales dan forma a la persona, al sentido que tiene de sí misma, a su composición emocional, a sus actitudes y a su comportamiento. Esto tan así, que podemos llegar a identificarlas históricamente por ellos.
Rasgos centrales
Los rasgos centrales son las características generales que forman los fundamentos básicos de la personalidad. Estos rasgos centrales, aunque no son tan dominantes como los rasgos cardinales, serían las principales características que se pueden utilizar para describir a otra persona. Hablamos de rasgos presentes e importantes, pero no absolutamente dominantes.
Según la teoría de los rasgos de la personalidad de Allport, cada persona tiene entre 5 y 10 rasgos centrales, y están presentes en diversos grados en cada persona. Estos incluyen rasgos comunes. tales como inteligente, tímido, honesto y serían condicionantes principales en la mayoría de nuestros comportamientos.
Rasgos secundarios
Los rasgos secundarios son los rasgos que a veces se relacionan con actitudes o preferencias, es decir, las disposiciones que son significativamente menos generalizadas y menos relevantes. A menudo aparecen solo en ciertas situaciones o bajo circunstancias específicas.
Por ejemplo, una persona cuyo rasgo cardinal es la asertividad, puede mostrar signos de sumisión cuando la policía lo detiene de exceso de velocidad. Este es solo un rasgo situacional que puede o no mostrarse para otros encuentros interpersonales.
Según Allport, estos rasgos secundarios son difíciles de detectar porque son estimulados por un rango más estrecho de estímulos equivalentes y emiten en un rango más estrecho de respuestas equivalentes.



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